Ciro Guerra a igual que muchos de nosotros, desde que escuchó los
relatos de viajeros recorriendo la inhóspita selva amazónica, se dejó encantar
por el ambiente de misterio que rodea no solo a la historia, sino también a
estos parajes y a su gente.
Protagonizada por actores naturales (indígenas Cubeos,
Wananos, Uitotos, Ocainas, Tikunas y distintas comunidades del Vaupés) y los
actores Jan Bijvoet (Borgman) y Brionne Davis (Savaged, Gentlemen
Explorers), la historia se basa especialmente en el recorrido que hiciera
el etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg (1872-1924), quien pensando que
recorría tierras amazónicas brasileras, se adentró en el Vaupés colombiano sin
saberlo. Es allí donde Guerra introduce al espectador, no solo en el cruento
episodio de las caucherías y la esclavitud del colono hacia el indígena, sino
también en el papel de los misioneros y por supuesto, de los viajeros de época
(también haciendo referencia a Richard Evans Shultes). En imágenes a blanco y
negro, Guerra nos cuenta el camino que direccionó el posterior reconocimiento a
los saberes tradicionales relacionados con el manejo de las plantas sagradas;
camino que inicialmente empezaría con el peldaño del horror, el miedo hacia al
otro indígena y un interés desmedido en la explotación del caucho, semilla que
posteriormente se trasplantaría al Sudoeste asiático, motivando el olvido a una
tierra, a unas culturas y a unas sociedades que nunca han sido reconocidas como
víctimas de algo difícilmente combatible: la codicia que tras de sí trae todo
proceso colonizador.
Tal como lo plantea Guerra, muchas de las etnias que conoció
Koch-Grünberg, solo quedaron en el testimonio de sus escritos, ya que fueron
arrasadas o incluso, desplazadas a los vecinos países del Perú y el Brasil
(caso de los Ocaina, Bora y Miraña); mientras que los sobrevivientes de este
genocidio - muchos de los cuales han venido muriendo -, conservaron en sus
cuerpos marcas de maltrato y registros de control dispuestos en partes de sus
cuerpos.
Esta película es sin duda un recorderis de que antes de
presentarse el genocidio judío con las cifras escalofriantes que la mayoría de
la humanidad conoce, ocurrió el genocidio cauchero el cual, si bien fue
registrado en los anales de la historia de manera parcial, no se ha terminado
de contar en realidad los daños que generó a las culturas y sociedades
indígenas amazónicas, especialmente las de tierras bajas del Medio y Bajo
Caquetá, Cahuinarí, Apaporis, Igará Paraná y Putumayo; culturas y sociedades
algunas de las cuales sobrevivieron, pero tuvieron que asimilar este episodio,
incluyéndolo en su repertorio mítico como algo que definitivamente los marcaría
como colectivos.
Bien por Ciro por ahondar en el conocimiento existente al interior
de sus comunidades y por sus historias que también son historias de nuestro
país.